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Nunca hubiese imaginado que algún día me iba a convertir en una mujer aérea, ni siquiera sabía lo que eso significaba y el alcance que tiene. Como todas las cosas importantes de la vida, pasó por casualidad. Durante meses había visto a mi hija moverse con pasmosa agilidad sobre dos telas que colgaban de unos palos de bambú atados a cuatro palmeras  de la Playa Sámara (eso era antes de que la pandemia acabase con toda actividad en la playa). Ella estaba fascinada desde la clase numero uno y a mí me parecía que no había mejor ejercicio para ella. Desde mi ignorancia y desconocimiento sobre ese deporte, llamado Telas o en inglés Aerial Silks, podía percibir las bondades que le iban a aportar a mi pequeña: fuerza, equilibrio, elasticidad, agilidad de movimiento, resistencia etc.

 

Al terminar cada clase, la profesora, se quedaba siempre un rato a ensayar… Y ahí es donde, además de lo anterior, me daba cuenta de que las telas van más allá de lo puramente físico. Cuando ves a alguien que se mueve con tanta soltura y belleza en dos trozos de tela como si no le costara esfuerzo alguno, no hace falta ser muy listo para saber que eso significa que no es nada fácil y, que para llegar a cierto nivel, tienes que dedicarle horas, esfuerzo, constancia, pasión. No solo eso, es que ella se perdía en la tela, se fundía con ella en un baile en el aire que parecía magia, y podía ver en la expresión de su cara que, en ese momento, no existía nada más para ella que la kiana (así se llama la tela en Costa Rica) abrazando y resbalando por su cuerpo. ¡Maravilloso! pero yo no me atrevía nunca a dar el paso de probar, aunque Inara asegurara que yo también podía hacerlo, o que al menos, podía intentarlo.

 

Meses después, un buen día, me topé con mi amiga Valentina, con quien tengo una amistad de años que se ha trabado en  largas conversaciones espontáneas, sentadas en la puerta de la que era su tienda o en cualquier lugar en el que nos encontráramos y con quien, sin planearlo ni lograr hacer siquiera una cita para un simple café en años, he vivido cosas hermosísimas, como ver salir la luna llena una noche inolvidable en la playa Barrigona.

Ese día pasé delante de su casa, nos vimos, me invitó a pasar y ahí estuvimos casi toda la mañana hablando y tomando café mientras África, mi hija, saltaba y se colgaba haciendo acrobacias en todo lo que veía. Entonces a Valentina se le encendieron los ojos y de repente, con el rostro iluminado de ilusión me dijo:”¿Por qué no nos apuntamos nosotras también a telas?”.                                                                                                         

     Tres días después estábamos en nuestra primera clase, que, en términos físicos, fue un poco desastre: Yo no lograba despegar los pies del suelo para hacer la famosa inversión, trepar por la tela fue toda una odisea, nos dolían las manos horrores a los 5 minutos de haber empezado la clase ( y casi 3 meses después a mi me siguen doliendo)…pero fue tanta la emoción y el subidón de energía que nos fuimos de allí dando saltos de alegría y convencidas de que habíamos encontrado nuestro momento mágico de la semana.

 

Y como todo es contagioso, pues empezamos a diseminar semillas de ilusión por donde íbamos, hablando maravillas de nuestra hermosa profesora, Inara, que es una excelente motivadora, siempre atenta a nuestros primeros e inseguros pasos,siempre una sonrisa y palabras de aliento y elogio para cada pequeño logro: “regia” nos grita con entusiasmo, y sin saber muy bien, al principio, que era lo que eso significaba, sentíamos (antes y ahora) la magia de las palabras haciendo efecto en nuestro interior; enseñábamos nuestras heridas de guerra (las telas aprietan con fuerza y dejan moratones considerables) con orgullo y con chispas en los ojos, así que no pasó mucho tiempo hasta que otras divinas mujeres se unieran. Y ahora somos un grupo de mujeres magas, que no se ponen límites, que vuelan sin miedo porque saben que todas las demás están abajo alentando, coreando piropos, apoyándonos y riéndonos como locas.

Y así, dos veces a la semana, sin que se nos pase por la cabeza la idea de no ir a clase, nos reunimos para volar, y digo volar porque es la experiencia de libertad física y mental más increíble que he sentido nunca. Me fascina la fuerza que mi cuerpo va desarrollando con cada clase, los logros que a poquito consigo y que me saben a grandes victorias, sabiendo que aún queda mucho por mejorar y aprender. Cuando entro al estadio ya no pienso en nada, nada me preocupa, nada que me haya podido molestar durante el día me importa en ese momento y, durante las siguientes dos horas, estoy allí presente de la manera más literal posible, junto con el resto de mujeres aéreas, regias, divinas y poderosas que me acompañan en este viaje por las telas. 

Gracias a todas ellas.

 

Nota: Según la Real Academia de la Lengua Española, el término Regia/o significa: Que impresiona o destaca por su gran calidad o por su belleza y lujo. 

 

Entre sus sinónimos están: Majestuoso, Magnífico, Grandioso, Suntuoso, Espléndido. 

 

Así que, es normal que aún sin saber su significado sintiéramos desde el primer momento la fuerza de la palabra. ¡Gracias Inara!

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