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Sí, es cierto, todos los que nos hemos dado a la labor de estudiar una lengua extranjera hemos soñado alguna vez con poder vernos un día hablando el idioma en cuestión sin una pizca de acento, del acento que proviene de nuestra lengua madre, digo; porque acento, lo que es acento, todo el mundo tiene uno. El acento es tan inherente a la lengua como lo es el sol a la vida.

Pero ¿Por qué ese empeño en querer hablar como si uno fuera de Oxford, Estocolmo, Nueva York o Madrid si no lo es? Se me ocurren varias cosas, entre otras, la confusión entre acento y pronunciación.

El acento es eso que caracteriza el habla de un determinado territorio y no solamente hay acentos por países, sino que obviamente también los hay por regiones, incluso dentro de la misma región, de un pueblo a otro uno puede notar las diferencias en el acento. Los acentos muy fuertes o desconocidos pueden crear dificultades en el entendimiento del mensaje, pero tener un acento determinado y pronunciar mal, son dos cosas diferentes.

La pronunciación correcta de las palabras es fundamental para la comunicación oral, pero no es un problema solo de los extranjeros, también lo es para algunos en su propia lengua (hay algunos audios de paisanos míos que dan buena muestra de ello, yo misma no soy capaz de entender más que algunas palabras sueltas).

De forma que, si eres español y estudias inglés y lo que quieres es decir la palabra inglesa “motto” (que significa lema) y la pronuncias como “moto” (de motocicleta en español), pues no te van a comprender, pero no por tu acento, sino por tu mala pronunciación. En el caso del idioma español, el no entendimiento se suele producir cuando dos vocales se intercambian, como cuando cambias “viaje” por “vieja” o se confunden como en: “costa” por “coste”; o cuando en lugar de decir “pájaro” dices “parajo”, o cuando tu “r” no es lo suficientemente fuerte o lo es demasiado. Aun así, las palabras suelen estar dentro de un contexto y no aisladas, de forma que, uno acaba comprendiendo el mensaje, aunque algunas palabras estén un poco peor pronunciadas o incluso medio inventadas, si otros aspectos como la gramática, la concordancia y la coherencia son correctos ( suficientemente correctos). El lenguaje es demasiado complejo como para reducirlo a una cuestión de acentos.

En cualquier caso, entre pronunciar correctamente y sonar como lo hace un nativo hay un abismo y, salvo en algunos casos, es además prácticamente imposible hablar sin que se note que eres extranjero. Y tampoco creo que sea muy importante hablar como un nativo, cuando todo lo demás te descubre.

Lo de ser extranjero se nos nota a la legua. Incluso cuando lo eres en países de tu propia lengua. Yo que he sido extranjera en Latinoamérica, no me hacía falta casi abrir la boca para que me detectaran como española. Y aunque hablamos el mismo idioma, nos diferencia el acento, algunas palabras, la forma de expresar ciertos conceptos o expresiones (me encantaba escuchar el “ más que todo” de los ticos, frente al “ más que nada” de los españoles),y todo un conjunto de cosas por las que no había nada que yo pudiera hacer para hacerme pasar por tica, ni incluso cuando ya llevaba años viviendo allá y había adquirido rasgos típicos de su español y habiendo abandonado hasta el característico “vosotros” de los españoles.

No engañamos a nadie, cuando hablas otro idioma te delata el acento, pero también el pelo, el color de la piel, ciertos rasgos físicos y mucho más,  las mismas cosas que hacen que uno sea capaz de reconocer a otro de su país a lo lejos, sin ni siquiera haberlo oído hablar o habiendo solo dicho un “hola”.

Otra cosa es el placer hablar con fluidez y sabiendo que lo que dices es entendible sin esfuerzos para los que te escuchan, pero la cosa del acento ha sido, en mi opinión, la causante de que muchos estudiantes abandonasen sus estudios de lengua extranjera o que se quedaran en el leer y escribir, sin llegar nunca al hablar. Porque hablar otra lengua da vergüenza, además de ser la habilidad más difícil de adquirir. Y da más vergüenza aun cuando sabes que te escuchan hablantes de tu propia lengua y tratar de disimularlo es  peor, el efecto puede resultar …. bochornoso.

En Noruega, hace ya muchos años, me enfrenté por primera vez a la lengua extranjera en vivo y en directo. El primer mes me sentía sordomuda, no entendía nada y nadie me entendía a mí. Me reía de bromas solo porque el resto de la gente se reía, tardé toda una tarde en leer un solo folio de una de las asignaturas de la Universidad, había un chico que me decía cosas bonitas que en ese momento yo solo alcanzaba a intuir por el lenguaje de su mirada, no por las palabras, que se me escapaban todas.

Pero superé todas esas dificultades, por terca, como casi todo lo que he conseguido en la vida, y meses después me sorprendía a mí misma entendiendo conversaciones ajenas en la cola del supermercado y hablando con desparpajo de casi cualquier cosa. Y ahí, en el momento álgido de mi recorrido por la lengua inglesa, llegó mi hermano de visita. ¿Quién podía conocer mejor mi acento, mi tono de voz, la cadencia de mis frases, el ritmo y la fuerza que le imprimo a casa sílaba cuando hablo? Y con todo eso en su haber, me lo soltó: “qué bien hablas, María, pero que acentazo tienes, ¿no?” ¡Me dejó muerta!

Me entraron los miedos y las inseguridades del principio, empecé a minusvalorar todo el esfuerzo que había hecho y el progreso que había conseguido, se me desequilibró la balanza del idioma y solo parecía importar el acento, ese maldito acento de España. Entonces le pregunté a mi mejor amigo de allí, Jove Ytreland, que si él, cuando escuchaba hablar en inglés a otro noruego, lo podía notar, si reconocía el acento noruego detrás del inglés. Su respuesta fue tajante y bastante sorprendida: “Of course! How not?” Y me lo decía él, que tiene un acento británico excelente.

A veces, escucho decir que determinados europeos no tienen acento cuando hablan en inglés y entonces siempre pregunto ¿sabes cómo suena su lengua materna?,¿alguna vez has escuchado el checo, el holandés, el suizo-alemán…? Si la respuesta es no, que es lo normal, entonces entiendo porque les parece que el tal europeo habla “sin acento”.

Si eres hispanohablante o angloparlante, tienes más posibilidades de que te cacen el acento y reconozcan tu origen, pero no porque nuestro acento sea más fuerte sino porque hablamos lenguas mundialmente reconocibles.

Dependiendo de las circunstancias y de las habilidades de uno mismo es posible matizar tu acento, suavizarlo, incluso neutralizarlo y sustituirlo por otro, pero no hay que volverse loco.  No solo eso, sino que, hagan la prueba y pregunten a sus amigos extranjeros si no les parece lindo escucharles hablar la lengua de ellos moldeada por su acento, el de su lengua materna.

 

 

 

 

 

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