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En el año 2000 un canal de televisión español comenzó a emitir un programa muy diferente a todo lo que hasta ese momento se había hecho. El programa no era ni una serie, ni un concurso era un reality show creado en Holanda. El reality o programa de telerealidad consistía en una emisión de 24 horas de lo que pasaba dentro de una casa. La casa estaba habitada por unas 10 personas o más, no se, que tras previo casting y algunos test de personalidad, habían sido elegidas para formar parte de esta especie de experimento sociológico. Los habitantes de la casa tenían que superar pruebas y, a la vez, llevar a cabo una convivencia que, evidentemente, no estaba exenta de discusiones fuera de control, enredos amorosos, sexo, odios, conspiraciones y demás ingredientes propios del ser humano; cualquier cosa que removiese las tripas de los televidentes porque lo que se buscaba era audiencia, obviamente. Así, cada semana uno de los participantes era expulsado de la casa y se volvía a agitar la polémica, dentro y fuera de la casa del Gran Hermano, que era el nombre del reality. 

 

En ese entonces yo llevaba ya 4 años viviendo en una residencia estudiantil, con otras 60 mujeres de entre 18  y 25 años. Mis amigas María, Mer, Paula y África  y yo no podíamos entender que hubiese gente de la resi, de la uni y de todos lados enganchada a dicho programa. Era, a nuestro entender, un absurdo y una pérdida de tiempo pasar el rato mirando cómo se comportaba gente anónima dentro de una casa…. ¿ para qué? Era peor que el tradicional cotilleo de famosos, así que, nosotras, que siempre hemos sido de hacer de nuestros defectos y peculiaridades el leitmotiv de nuestros días y días de risas, tras el primer intento de ver de qué iba el tal Gran Hermano nos subimos a la habitación de alguna a seguir con nuestros homenajes de carcajadas, que segura estoy de que, además del buen rato del momento, las anécdotas que nos quedaron por los años siguientes después de dejar la resi  y los recuerdos maravilloso y eternos que siempre tendremos de esa época, nos han alargado la vida varias décadas.

 

En esos años, no recuerdo cuando, me llegó un libro de la mano de mi hermano Gonzalo, a quien amo y admiro por su extraordinaria y sencilla forma de ser y por haberme enseñado muchas cosas, entre ellas algunas de las más importantes de mi vida: Bob Marley, el placer por la lectura y por compartirlo después con alguien ( he aquí el origen de lo que luego sería mi Club de Lectura) y el pensamiento crítico. El libro era 1984 del magnífico británico George Orwell.  Con la lectura de este libro aprendí muchas cosas sobre el ansía de poder, sobre lo fácil que es manipular a los seres humanos en masa y cómo usando el concepto de seguridad y miedo cualquier sociedad puede quedar completamente aniquilada de voluntad y libertad. Además, entendí porqué a ese reality le habían puesto tan curioso nombre y cómo la ignorancia de miles de seres humanos había hecho líder de audiencias al Gran Hermano durante más de 17 años consecutivos en España. Mientras, los documentales de naturaleza de la 2 eran considerados soporíferos o cosa de bichos raros que se las daban de cultos.

 

Orwell escribió 1984 como reflejo de los acontecimientos históricos de la primera mitad del siglo XX y el resultado lo proyectó en un futuro que estaba a tan solo unos 40 años de distancia del momento en el que sus peores pesadillas lo llevaron a imaginar al Gran Hermano. El Gran Hermano no es otra cosa que un ente represivo y totalitario que  consigue diluirse y calar en todos los aspectos de la vida y que controla y decide por todos lo que hay que hacer, decir, pensar… y no es casualidad ni contradictorio que Orwell le diera el nombre de algo que es en esencia bueno, protector y amado, un hermano mayor, porque de este modo la sumisión se produce consentidamente, porque el gran hermano no puede ser malo, un hermano da ejemplo, es bueno, te cuida, mira por tu bienestar. Esta imagen del hermano protector anula la rebelión y, por tanto,  se produce el consentimiento masivo a que nos dirijan, nos manejen y nos anulen. Y es que, si a ese mismo ente, Orwell lo hubiera llamado “ El Gran Tirano” o “ El Gran Demonio” o algo similar, el sometimiento hubiese sido más difícil, tal vez imposible. Es como el lobo disfrazado de corderito, muy antiguo y muy obvio pero a la vez tremendamente eficaz.

 

Desde hace algún tiempo estoy pensando que, siendo una novela enmarcada en el género de ficción, Orwell solo se equivocó en una cosa, en el título. Afortunadamente en 1984 la sociedad todavía no estaba plenamente sometida a los poderes, sin embargo, parece que queda poco para que Orwell pase de escritor a profeta. 

 

Ahora, como en la sociedad Orwelliana, se empieza por tener un elemento de miedo, llámase Covid-19. Entonces es el momento de vender seguridad que, lo sentimos, pero… tiene el precio de violar algunos derechos fundamentales y libertades esenciales pero no se preocupen es solo temporal. A continuación, además de miedo se genera alarma social, lo seguimos sintiendo pero no podemos devolverles aún sus libertades ( si, si ya sabemos que son fundamentales pero estamos trabajando por su seguridad, no lo olvide- Te dice pacientemente el GH) y, además, se empiezan a crear adeptos a la causa, o sea, los más miedosos y los que tienen una mentalidad de fidelidad al líder más fuerte que su propio amor a la vida, deciden aliarse con las fuerzas del poder y denunciar, instigar, insultar, condenar, denigrar y atacar abiertamente a todo aquel que no obedezca, aunque este sea amigo o familiar (¡ Pero es que son derechos fundamentales!!_ grita el ciudadano rebelde- si, pero con su forma de pensar y actuar está usted poniendo en peligro a toda la sociedad y nosotros estamos aquí para protegerlo, se le está olvidando y eso no nos gusta- responde el GH un poquito enfadado ahora)

Por último y aprovechando que mucha gente se empobrece económicamente y, por tanto, no pueden ya rebelarse ni aún queriendo y, para terminar de calmar a los que todavía tienen una mente crítica y piensan en seguir resistiéndose a aceptar la sumisión, crean el nuevo orden de cómo funcionan las cosas. Así se quitan esa molestia de encima pero llegado a este punto ya no hace falta el disfraz de corderito y, por eso, descaradamente lo llaman: NUEVA NORMALIDAD. Y no hace falta saber mucho de historia para ver que bajo ese título están recogidos todos y cada uno de los elementos que se han dado y se dan en todos los regímenes totalitarios, en todas la sociedades orwellianas: 

 

1- Distanciamiento social (Ni siquiera le han puesto un nombrecito para suavizarlo, esta vez el lobo viene sin disfraz y  de una vez nos están diciendo:  no te acerques a nadie, no hables, no comentes lo que piensas o has leído, mantente lejos de tus amigos, familiares, vecinos)  y, por ende, prohibido el derecho de reunión. Se acabaron las manifestaciones, las reivindicaciones y también la diversión (Los talibanes prohibieron hasta la música en su afán por tener todo bajo control) y así trabajan más y nosotros recibimos más.¡¡Queremos esclavos no soñadores!! Dice el Gran Hermano.

2- Realidad virtual: Usa tu teléfono con geolocalizador, rastreador, medidor de temperatura etcétera para todo lo que hagas: compras, pagos ( Ahora sí, adiós al dinero en metálico, llevan mucho tiempo detrás de esto y el virus les ha dado la excusa perfecta. Nada de dinero en el bolsillo, ese no deja rastro y además contamina. No lo uses, no es seguro! se ríe el GH mientras se frota la manos), agendar reuniones ( Así sabemos con quien hablas, de qué, dónde), pedir comida o un taxi, entretenimiento ( estas son las píldoras de diversión y comodidad que te llevarán a usar más y más tu móvil. Tan ingenuos – piensa el GH).

Salir a la calle ( en las horas que te digan que puedes hacerlo) sin el celular pronto va a estar prohibido ( No podremos controlar que estás seguro completamente si no te podemos escuchar, ver y saber  a qué te dedicas continuamente, rezarán los policías como una letanía cuando te detengan).  Y para los más incrédulos, sepan que en 1948, cuando Orwell escribía el libro, no había internet pero en el libro habla de unas máquinas que están instaladas por todos lados que escuchan y ven todo, las llamó telepantallas.

3- Policía de balcón: Denuncia, arremete contra los que se saltan cualquiera de las normas porque ellos te van a poner en peligro. Y no hay mejor policía que la propia gente y si no lo creen lean sobre la Inquisición y el papel que jugaron los vecinos en los tribunales de dicha institución, porque o estás con ellos o estás contra ellos.

4- Obediencia al líder: Si haces lo que te decimos y no piensas, todo va a estar bien,nosotros lo hacemos por ti y lo hacemos por tu seguridad. No hemos solucionado el cáncer, ni el sida, ni el paro, ni el sistema educativo pero esto ya lo tenemos controlado, tú solo quédate en tu casa, no hables, no cuestiones y sigue a la masa, porque la ovejita que se sale del redil podría perderse… Y se oye la risa del GH rebotando en las paredes de tu nueva cárcel.

5- Síndrome de Estocolmo:  Acostúmbrate porque como su propio nombre dice esto es la nueva normalidad, que no es temporal, que no es por el estado de alarma, ¡NO!, Esto es el nuevo orden mundial y ya empieza a ser demasiado tarde para cuestionarlo.

 

¡Bienvenidos! No olviden encender sus teléfonos móviles.

 

 

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