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Este texto lo escribí para para recrear algo que pudo ser pero nunca será, como parte de los retos de escritura creativa a los que me he empezado a dedicar. Y, sin embargo, aunque nunca pueda darse de forma real, yo siento que al plasmarlo aquí, de alguna manera sucede.

El reto es el número 9 y consiste en escribir un texto, de entre 300 y 350 palabras, en el que no se use la palabra “como”:

La casilla tenía ese aire manchego que la hacía pertenecer al entorno y destacar al mismo tiempo. No tenía adornos extraordinarios, nada era superfluo, lo mismo que ocurre en un buen cuento. La sencillez era su característica más llamativa. Los ventanales con vistas a los extensos campos de Castilla hacían las veces de cuadros, de fuente de calor y de luz y, también, de respiro. En los raros días en los que el clima se templaba y encontraba esa temperatura perfecta, Eva, fregaba los platos con el ventanal de enfrente abierto de par en par, sintiendo la brisa en su rostro.

  • Pero chica, ¡qué se te va a llenar todo de polvo! – gritaba la Feli, que haciendo un esfuerzo había logrado subir la cuesta y llegar desde su casa en “Villa abajo” hasta allí. No eran más de trescientos metros los que separaban ambas casas. – Espérate que me siento un poquinino aquí, hija. ¡Ay! ¡Qué cansada estoy!, ¡con lo que yo he sido y lo que me cuesta!. ¿No tienes un cafelilllo pa´que nos tomemos, Eva?
  • ¡Pues claro, Feli! ¿cuándo no tengo yo café? – y cerró la ventana para contentar a su suegra. – ¿Has hablado con María hoy?
  • Sí, ¡qué ilusión tengo ya por que vengan! Sobre todo, pa ver a mi Afriquilla y achucharla, ¡que es un sol de niña! Bueno, es que todos, la verdad, he tenido tanta suerte con vosotros.
  • ¡Y nosotros contigo! ¿Te gusta el sillón de tu madre ahí, Feli?
  • Sí, mucho. La verdad es que te ha quedao muy mono todo, es chiquitita la casa, pero se está tan a gusto aquí. Yo en el campo soy muy feliz, no necesito irme a ningún sitio. La cabra loca de mi hija, sin embargo, se ha ido allí a las Conchinbambas, que a ver qué se le ha perdido ahí, digo yo. Pero así es la vida, qué le vamos a hacer.

Y así pasaban sus ratitos ellas, tomando cafés y comentando los pormenores de una vida tranquila, allá en la Mancha.

Dedicado, con todo mi amor, a mi cuñada Eva, que tanto amó a mi mamá.

 

 

 

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